Vale preguntarse ¿nos conocemos? ¿sabemos “realmente” quiénes somos? En general hay una ausencia de introspección y un exceso de conexión a estímulos externos. Se vive con cierto automatismo, como se nos fue programado. Al estilo de la Alegoría de la caverna de Platón (recurso muy bien implementado en la película Matrix) el ser humano, desde que nace, vive atado a imperativos, esclavizado por políticas y discursos que dirigen su modo de ser y estar en el mundo.
Nacemos dependientes y necesitamos de los cuidados para no morir. Pero la crianza es también una suerte de “artificio” que nos incorpora en la cultura. Crecemos copiando y repitiendo lo que se nos enseña. De alguna manera vamos siendo lo que se nos impone que seamos desde el ámbito familiar, las instituciones educativas y el campo social. No nos enseñan a pensar. Nos enseñan a repetir, a comportarnos como se “debe” ser.
Estamos programados, no miramos con nuestros ojos, vemos desde el cristal de los conceptos impuestos. No contemplamos. Vemos sombras, representaciones, etiquetas. Por eso nos cuesta tanto cambiar, tener nuestra personalidad, porque es revelarse contra una larga historia de reproducciones, de repetir la canción memorizada. Hay mucho gregarismo y poca personalidad.
¿Cómo armar nuestra versión de ser?
Si deseamos armar una versión propia hay que recrear lo que heredamos y no sostener una fidelidad engañosa. Para ello debemos iniciar un camino de introspección. Analizar y ser críticos de la forma de vida que venimos llevando. Finalmente, alcanzar una liberación interior, desprendidos de las amarras, de patrones y de etiquetas innecesarias. Ser es comprender que fuimos “programados”, que nos instalaron estereotipos, cuerpos hegemónicos, ideologías, identificaciones en las que quedamos alienados. Muchas personas tienen autoestima baja, y son inseguras, porque no responden al patrón de estética imperante. No se conocen, ni se aceptan porque corren tras la zanahoria del ser impuesto.
No nos enseñan a cultivar el campo mental, el mundo interior, solo el plano físico. Sin embargo, para encontrar una mejor versión de nuestro ser es determinante conocernos, husmear en nuestra interioridad, indagar en lo que pensamos y sentimos para desasirnos de los patrones establecidos como “normales” y que repetimos solo porque nos fueron implantados en el proceso de crecer.
¿Cómo debo ser? Solo hay una respuesta: Ser. Ser y sentirse lo mejor posible con lo que se va siendo. Ir versionándonos acorde a las experiencias vividas y la reflexión. Acerarnos lo más posible a la esencia que nos define, despejando las capas implantadas debajo de las cuales está oculto nuestro deseo, nuestra singularidad, la verdad de nuestro ser único e irrepetible.
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